Me siembras ternuras en la mirada
y yo quiero pensar que en tu boca no hay sentencias
sino audiencias de mi sangre.
Qué puedo decirle al niño,
que sólo sabe amar, y no conoce
los mitos y los velos que el mundo ha de guardar.
A ti que has vivido la brusquedad del mundo girante
y te has repuesto de catástrofes sin venganza,
por consciencia y no por ingenuidad, a ti,
que tienes tus propias geometrías del amor y
experiencias de consuelo en tu alma,
hoy me das la paz que necesitaba.
1 comentario:
Una perfecta dedicatoria.
¿El destinatario la merece?
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