Nos dormíamos con nubes cargadas arropandonos la noche,
entonando con la luna nuestro corazón, nos deciamos los sentimientos,
la pacifidad de la noche no era, sino creada por nuestras almas
nuestros cuerpos eran péndulos en elixir.
El mundo cobraba sentido cuando con la mirada se encontraban nuestras almas.
Y por la mañana amanecíamos más que el sol,
era un nuevo día y más tiempo de amor.